CASTILLA - LA MANCHA.
Esta región desbordante, de imprecisos límites naturales, cercada y afronte rada por la historia, multipeculiar y transitoria, ha tenido siempre problemas de nomenclatura. Porque si durante la Edad Media se llamaba La Mancha de Montearagón para los cristianos o Manxa para los moros, en el siglo XIX cambió tres veces de nombre y cinco en el siglo XX. Hoy Castilla - La Mancha.
Toda La Mancha es Castilla y gran parte de esta Castilla es Mancha.
Aconsejaría al viajero que caminara por Castilla - La Mancha como Cervantes: siendo mitad Quijote y mitad Sancho, a ratos viendo gigantes y a ratos viendo molinos. Porque todo y nada es real en esta tierra.
La imagen de don Quijote luchando con los molinos no debió ser muy evidente para los lectores de la época, ya que el molino manchego no estaba muy difundido, en imagen, entre los españoles. El clásico molino había llegado a La Mancha sólo treinta años antes de la aparición del libro de Cervantes. Sin embargo, hoy nada hay más característico de esta tierra, si no hubiera sido por el Quijote, hoy no quedaría un solo molino en pie en toda la mancheguidad.
Tierras rojas cubiertas de vides, trigos y tal vez aceituno y que la mirada llegará a hacernos jugadas y travesuras dimensionales hasta llegar a confundir molinos con gigantes.
No es extraño que don Miguel de Cervantes escogiera esta comarca para escenario de su caballero de la triste figura, porque desde siglos antes era tierra de caballeros más o menos andantes. Y porque cuando el glorioso libro se escribió. La Mancha era la tierra del tránsito entre el señorío feudal de las Órdenes y el nuevo orden moderno e imperial.
Fotografías realizadas en Campo de Criptana, (Ciudad Real)
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